viernes, 21 de noviembre de 2008

Hace un año

Estoy subida en una rama de un árbol que no me parece muy segura. Desde aquí veo todo, pero no me entero de nada. No sé qué hago aquí subida. No se está mal, pero como la rama se rompa me voy a pegar un leñazo ... ¿Que cómo llegué aquí arriba?
Hace un año yo vivía deprisa, iba, venía, conducía a toda leche por Madrid, jugaba a cambiarme de carril en los atascos, me cabreaba cuando escogía el carril que al final iba más lento, me volvía a cambiar de carril, pisaba el acelerador cuando un semáforo se ponía ámbar, apuraba el tiempo, casi siempre salía tarde de casa por las mañanas para ir al trabajo y después intentaba recuperar el tiempo en la carretera, creía que adelantando a dos o tres coches llegaría dos o tres minutos antes.
Cuando volvía del trabajo y ya no iba a contrareloj, los atascos me cabreaban todavía más, porque ya no robaban tiempo a mi trabajo, robaban tiempo a mi vida, y me ponía nerviosa, a veces demasiado. Antes de llegar a casa ya soltaba una mano del volante para buscar las llaves en el bolso y así en cuanto paraba el motor salía como un resorte del coche y me dirigía a casa como si alguien me persiguiese. Entraba en casa, soltaba todos los trastos, y me dejaba caer en el sofá del modo en que mi padre, cuando era pequeña, siempre me decía que no hiciera, a plomo. Y ahora que lo pienso, todo esto lo hacía sin respirar, creo que antes yo no respiraba, en serio. El aire entraba en mis pulmones, pero yo no respiraba. A los pocos minutos de estar tirada en el sofá me daba cuenta de que no había comido y me decía a mí misma, bah, para qué, por no preparar nada, total no tengo nada de hambre, y encima me duele el estómago y además estoy tan cansada, y tengo tantas cosas que hacer, y empezaba a hacer cosas, no sé que cosas, pero siempre tenía que hacer cosas, y después llegaban los niños del cole y a esas alturas yo ya no era una persona cansada, era una persona agotada y con dolor de cabeza, y hacer la cena me costaba un triunfo, y la hora de los baños otro triunfo, y eso siempre que los niños estuvieran tranquilos, que si se peleaban o estaban muy cansados acabábamos todos gritando y gritar me cansaba más, y además me ponía mal cuerpo. Y cuando Catalina y Bruno por fin dormían, y después de preparar los uniformes, limpiar los zapatos, ver si al día siguiente tenían natación o gimnasia o tenis o yo qué sé, caía a plomo en el sofá, y mi nivel de cansancio había subido tanto que, o Pepe me daba de cenar, o cenaba otra, pero yo no. Y a esas alturas del día nos disponíamos a ver una serie o una peli que yo por supuesto no conseguía acabar y me quedaba dormida en el sofá y luego me iba cabreada a la cama, y de leer ni hablamos y de otras cosas menos. Y al día siguiente volvemos a empezar.
Y así pasaban los días, y así llegaron las navidades, y para mí fueron un horror, primero porque no me gustan absolutamente nada, me agobian y ademas siempre tengo que trabajar y hacer virguerías con los horarios para conseguir ir a Santander y a la cabalgata de Reyes, y segundo porque me encontraba mal, el cansancio se había disparado, mi estómago estaba fatal, todo lo que comía me sentaba mal, me dolía la espalda, me dolía la cabeza y cuando andaba el cuerpo me retumbaba por dentro, sí parece raro, pero era así, y mientras tanto yo trabajaba, compraba regalos, preparaba la cena de Nochevieja, jugaba con los niños, intentaba mantener la casa en orden porque no tenía chica, ya estaba tan harta de las chicas que pasaba de ellas, y nosostros hacíamos lo que podíamos y cuando podíamos y todo era un desastre ...
Y sobreviví a la Navidad, no sé cómo pero lo hice, y volvió la rutina y yo seguía cansada, y cada vez me encontraba peor, pero el médico me había dicho que tenía estrés, lo que tiene todo el mundo que vive en una gran ciudad, trabaja un montón, tiene hijos, etc, etc y yo me decía, no seré yo la única mujer de Madrid que no pueda con mi vida, pero no podía con mi vida, y un día me encontré peor, me tiré en el sofá y no me levanté ni para hacer la cena a mis hijos, ni para ver si Catalina, que se había caído por las escaleras y estaba llorando a todo pulmón, se había abierto la cabeza, le dije que se pusiera hielo ella sola y yo no pude levantarme del sofá. Esa misma madrugada a las cinco de la mañana Pepe me llevó al hospital con una hemorragia digestiva.
Pasaron quince minutos hasta que consiguió quitar el hielo del parabrisas, hacía un frío que pelaba, y yo estaba muy mal, mal pero aliviada, me iba al hospital. Pensaba que allí me darían algo y volvería como nueva para casa, donde descansaría unos días y todo habría pasado. Pero no, no fue así ... a las cinco de la mañana de aquel domingo de enero empezaba mi nueva vida.

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