martes, 16 de junio de 2009

Los dibujos de Diego


Hoy he estado en la consulta de Diego. Ver a Diego me reconforta. Recordatorio : Diego = Dios. Diego me sonríe mucho. Diego me anima. Diego me explica todo lo que me pasa con mucha claridad. Diego no me oculta nada. ¡Y Diego me hace dibujos! Dibuja mis venas, coloca mi trombo, dibuja la cavernomatosis portal, y yo lo veo todo claro, y cuando visualizo mi interior lo entiendo todo mejor y cuando lo entiendo todo mejor, me siento mejor. Todo es muy raro, pero gracias a los dibujos de Diego lo entiendo.



Estos dibujos explican que no se visualiza en mi interior la vena porta extrahepática, que está sustituída por múltiples estructuras tubulares anecoicas con flujo turblento en su interior.
Además indican que las ramas portales intrahepáticas presentan un flujo hepatópeto con onda fásica (entre otras cosas). Sí, todo eso me pasa a mí. Y todo eso (entre otras cosas) me provoca un cansancio especial, diferente, como no podía ser de otra manera, porque todo lo que me pasa últimamente es especial, es diferente. Por eso, he llegado a la conclusión de que soy especial, soy diferente.
Mi cansancio de estos días no se aliva descansando. Tengo la sensación de que una fuerza extraña tira de mí desde las profundidades mientras una mano se apoya en mi cabeza haciendo fuerza hacia abajo. Queda explicado así como siento mi cansancio.

Cuando llegue al mar, me sumergeré en las cristalinas aguas de Macarella o de Son Saura o de Es Talaier, dejaré que mi mente vuele mientras mi cuerpo flota y entonces, quizá, consiga descansar. Mientras tanto voy de acá para allá, de médico en médico, tirando porque me toca (siempre caigo en la misma casilla). Mientras tanto, mantengo conversaciones con funcionarios del INSS, organismo que se ha empeñado en que yo no existo tal y como existo, porque soy especial, y diferente, y no encajo bien en los artículos y apartados de la nueva ley que rige el destino de los temporalmente incapacitados para ganarse el pan en este país. En mi empresa me han dicho que me sumerja tranquilamente en las aguas de Macarella, o de Son Saura, o de Es Talaier, que no es mi problema, que yo, aunque no lo parezca, soy normal, que los que no son normales son ellos, que no se enteran de nada, y menos de la aplicación de las nuevas leyes, así que yo me dispongo a flotar, a nadar, a navegar, a tirarme de cabeza, a dejarme llevar por la corriente o a lo que se tercie.
Y mientras tanto lleno maletas con todo lo necesario y algunas cosas no necesarias. Y mientras tanto llevo a mi hija al dentista. Y mientras tanto compro las cosas de última hora. Y mientras tanto intento descansar a ratos. Y mientras tanto intento entender mi nuevo teléfono móvil, que es mucho más listo que yo, pero al que acabaré dominando.

Soy especial, soy diferente. Me gusta ser especial y diferente. Aunque más de una vez, y de dos, he deseado ser como todo el mundo. Pero como dice mi buen amigo César, es demasiado tarde para eso.

No sólo yo

Las cosas pasan porque tienen que pasar. Voy, lo suelto, y me quedo tan ancha. En ese momento no se me ocurrió otra cosa que decir ... pero después sí. Después le dije que estuviera tranquilo, que le quería, y que le iba a ayudar. Y me sentí mejor, porque yo no sé decir "te quiero" de verdad, de verdad de la buena, de verdad de la de daría-mi-vida-por-tí. Y cuando lo dije, me sentí mejor. Y me dí cuenta de que todos los problemas no giran en torno a mí, que mientras yo me paso el tiempo entre médicos y hospitales la gente sigue viviendo y enfrentándose a sus problemas, que a la gente le pasan cosas, y algunas mucho más horribles que las mías. Y ahora me voy a olvidar un poco de mí, y esta vez sí voy a intentar hacer realmente felices a los que me rodean. Ahora hay alguien que me necesita. Ahora concentraré mis energías en que se sienta mejor. Las cosas pasan porque tienen que pasar ...

jueves, 11 de junio de 2009

Llega el verano


Es tiempo de preparar las maletas. No ha llegado el verano pero nosotros ya nos vamos. No esperamos a que acabe el colegio, a estas alturas ya hemos asistido a casi todas las representaciones de teatro musical, conciertos de guitarra, competiciones de baloncesto, y actos de fin de curso variados. La entrega de notas nos la ahorramos, hace mucho calor, las notas son buenas, mis hijos ya han aprendido todo lo que tenían que aprender. Es hora de hacer las maletas. Nos vamos.

Cargaremos el coche hasta límites casi imposibles. Cinco personas, tres bicicletas, mil trastos, maletas de todos los tamaños, bolsas de todos los colores, dos cajas de vino cosecha de mi padre con destino a la bodega de mi hermano, el perro no viene, Bambú viajará en un camión de MRW con destino a Santander.
Viajaremos hasta Barcelona escuchando buena música y cuando lleguemos a la ciudad condal embarcaremos en un buque de Transmediterránea en el que dormiremos toda la noche para llegar al puerto de Maó a primera hora de la mañana. Tras cruzar la isla llegaremos al paseo marítimo de Ciutadella, concretamente a Sa Calma, dónde descargaremos todos nuestros trastos, donde nos encontraremos con Rubén y donde nos quedaremos contemplando el mar y pensaremos bieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeen, ya estamos aquí.

Comienzan los días de calma, de mar, de playa, de piscina, de paseos en bici, de disfrutar de Ciutadella, llega Sant Joan (la única fiesta popular que soporto, y hasta me gusta), son días de caballos, de diversión, de gin amb limonada, llegan los días de barco, de calas, de cenas, de bocatas de sobrasada con queso, de desayunos con ensaimadas de todos los tamaños, de puestas de sol, de faros, de terrazas, de caras amigas, llegan los días de piel morena, de sonrisas, los días de salitre, llegan esos días que tanto nos gustan, que tanto me gustan, esa luz mediterránea tan brillante, ese aire tan puro ... ya falta poco

Mientras estos días visito a los médicos y preparo mis cosas, voy a cerrar los ojos y voy a intentar olvidar ...

Amigos

En el camino perdí una amiga. Una amiga con título de amiga, de esas que son amigas porque el tiempo y la vida lo ha dispuesto así, aunque muchas veces no lo sientas como tal. Pero los títulos es lo que tienen, que una vez conseguidos, se enmarcan, se cuelgan y ahí se quedan para siempre.
Pero esta vez no me vale de nada el título, en mi corazón siento que perdí una amiga. Y lo más triste de todo es que me da igual. Y cuando digo que me da igual lo digo sinceramente. La perdí, ya no la quiero y no haré nada por recuperarla. Y aquí no hay cabida para el rencor, ni para la rabia, ni para ningún sentimiento parecido.

Cuando estuve tan mal realmente no necesitaba nada más que a los médicos, a mis padres, a mi hermano, a mi marido y saber que mis hijos estaban bien, también necesitaba las llamadas diarias de Elena y agradecí de todo corazón su viaje relámpago hasta la UCI para estar conmigo. Por entonces no necesitaba más. Eso no quiere decir que no apreciara enormemente las muestras de cariño del resto de mi familia, amigos y compañeros. Sé que en los momentos más difíciles Pepe necesitó a sus amigos llenando las salas de espera de Quirón, sé que le acompañaron y le quisieron, le consolaron, le dieron ánimos y le abrazaron mientras yo luchaba por sobrevivir.

Pero yo estuve mucho tiempo en otra dimensión, yo no necesité nada de eso, al contrario, a mí me molestaba todo lo que no fuera un analgésico en vena o la presencia de mi familia. Fue pasados unos meses cuando empecé a necesitar otras cosas, y fue entonces cuando perdí a mi amiga (la del título). Ha pasado un año y medio desde entonces y no he tenido ni una llamada hasta hace poco. Le dije que resumir un año y medio de avatares en unos minutos me resultaba un poco complicado, las palabras se me convertían en hielo cuando salían de mi boca y el corazón se endurecía con cada latido. Lo más triste es que no siento pena. Lo más triste es que me da igual. Lo más triste es que no tengo ganas de más, ni de recuperar nada ... ni ganas de entenderla.

Sé que hay gente que no soporta los hospitales, ni las enfermedades, ni las desgracias ajenas. Sé que hay gente que sólo está para lo bueno, lo malo es incómodo. Lo respeto.

Ahora miro para delante. Y pienso en mis nuevos amigos. En gente que me ha dado tantas cosas. En la gente que me quiere. Y no voy a escribir nombres, porque ellos sabes quienes son. Gracias por estar ahí.

sábado, 6 de junio de 2009

Me voy

Marta, Marta, Marta, Marta ... no puedo pensar más que en Marta. Marta triste. Marta contenta. Marta animada. Marta de bajón. Marta cabreada. Marta cansada. Marta dolorida. Soy superaburrida.
Mi vida gira alrededor de mí y en un espacio muy limitado. A veces me da la sensación de estar caminando en círculos que cada vez se estrechan más. Y como no cambie la trayectoria me voy a acabar axfisiando.

Quizás antes no me ocupaba lo suficiente de mí. Quizás estaba tan ocupada con las cosas cotidianas que no me daba tiempo. Esas cosas que me parecían una pérdida de tiempo, incluído el trabajo. Porque, no me voy a engañar, siempre pensé que tenía algo más interesante que hacer que mi trabajo, ese que me reporta unos miles de euros a final de mes. Siempre le eché la culpa de casi todo a la falta de tiempo. Si tuviera tiempo ... bufff todas las cosas que haría !.
Ahora tengo tiempo, tiempo y un nivel de despiste importante. No sé por dónde empezar. Ahora pienso demasiado en mí. Casi me muero y eso me hace centrarme en mí misma de una manera excesiva. Tengo la sensación de que me merezco muchas cosas. Y todas esas cosas las quiero.
Sin embargo ...

En primer lugar está mi familia, en concreto mis hijos (me necesitan). Me ocupo de ellos. Les quiero, les cuido, les riño, les sonrío, les voy a buscar al cole, les ayudo, les leo libros, les pongo música, les aconsejo, les visto, les alimento, les peino, les prohibo, les permito, les enseño, les doy espacio ...
Después los demás (me necesitan, pero no tanto). Ellos me disfrutan y me sufren. Yo les intento dar lo mejor de mí. No siempre lo consigo.

Además tengo una obligación. El hospital y los médicos forman parte de mi nueva vida. Yo voy y ellos me sonríen, me pinchan, me meten en máquinas, me recetan, me ajustan niveles de ésto y de lo otro, me aconsejan, me animan, me miran con cara de pato, me cambian de pastillas, me vuelven a pinchar, me citan de nuevo ... y yo sigo yendo y viniendo ... Todo esto me lleva mucho tiempo.

Mi tiempo de ocio son mis libros, mis pelis, mi música y mis series ... ahora sí le puedo dedicar tiempo a todo esto.

Pierdo el tiempo con mis idas y venidas, aparco aquí, voy para alla, me atasco en este carril, me salto este semáforo. ¿Dónde voy mientras tanto? No sé. Depende.

De vez en cuando voy a Santander, o a Menorca, una vez me fuí a Valladolid (en tren).

Y ahora pienso ¿dónde quedaron los tiempos de los aeropuertos, de las prisas, de los viajes, de me-voy-ya-volveré, de los vuelos low cost que parecía que te obligaban a saltar de Londres a Roma pasando por París porque estaban tan tirados que sería una pena no pasar el fin de semana en una capital europea ?. Maletas perdidas, vuelos anulados, hoteles cutres, hoteles maravillosos, moteles, kilómetros y kilómetros de carreteras, turbulencias, jet lags ...

Me voy.
Voy a hacer la maleta.

viernes, 5 de junio de 2009

Pruebas de imágen

Algunos médicos radiólogos de esta ciudad deben pensar que soy una especie de extraterrestre camuflada de humana. Pretenden que no respire y no muera en el intento. Y además no me permiten tomar aire en los pulmones para pasar el rato mientras ellos intentan descifrar en imágenes mi complicada estructura interna (digna, en este caso sí, de un buen extraterrestre).

Pensaba que los médicos radiólogos, en general, eran bordes. Pero tras numerosas y recientes pruebas de imagen de todo tipo que han practicado en mi anatomía he tenido que cambiar de opinión. Ahora los médicos radiólogos son simpáticos. Lo sé, soy un caso raro, y eso da puntos. Lo sé, lo noto, disfrutan haciéndome ecografías de colores, fruncen el ceño, acercan los ojos a la pantalla, se llaman unos a otros, reunen a los residentes ávidos de conocimientos, flipan un rato, me pringan el abdomen de gel transparente y frío, buscan mi inexistente vena porta, yo les digo que no tengo, pero no me creen, y la siguen buscando hasta que se dan por vencidos, y eso sí, me piden que no respire, buffffff ... me preguntan qué me pasó y yo les cuento toda la película utilizando todo tipo de términos raros, como si en vez de en la Facultad de Derecho y de Periodismo hubiese pasado mi tierna juventud estudiando medicina y practicando en los hospitales de mi ciudad. Y entonces me miran con caras de todo tipo, algunos son tiernos, otros graciosos, otros me recuerdan la suerte que he tenido y otros me dicen "ya nos veremos por aquí" ... pues si ... qué remedio.

Perdida



El otro día me perdí en una canción de Wilco y no sé salir. El modo aleatorio de mi ipod me la ofreció en primera posición y ahí me quedé. Me llegó al corazón, luego se me coló en el estómago, más tarde se instaló en mi cabeza, y como no tengo bazo, creo que no la voy a poder echar de mi cuerpo, porque no la termino de procesar ... Así que creo que me quedaré con ella durante algún tiempo hasta que se deshaga o explote o yo que sé ...

Dentro de unos días me voy de aquí. Me voy a la isla, a perderme, que es lo que se hace en las islas que salen en la tele. Pensé que necesitaba encontrarme, pero creo que me voy a perder. Si alguien me encuentra que me lo diga. Si suena Wilco puede que yo esté cerca.

Pensé que había perdido una toalla de playa que desde hace 20 años me acompaña todos los veranos por esas playas de aquí y de allá. Vino de París, como los niños, en concreto de Roland Garros, cuando Nadal era un todavía un bebé. Ha ido perdiendo el color a la vez que yo he ido ganando experiencia en la vida. Ha aguantado lavadoras, secadoras, sol, salitre, arena, algas, cremas, cloro, siestas, lluvia, vientos, ha hecho de toldo, de manta, de abrigo, de paraguas, de cama, ha ido en barco y en bici, ha cruzado el Atlántico, ha llegado hasta el Pacífico, y ha vuelto, ha visto varios mares ... no voy a decir que está como nueva, no es verdad, se vé que está vieja, pero dentro de unos días se va conmigo, porque no estaba perdida, solo estaba camuflada entre el ordenado caos de mis cosas.
Siempre pienso que pierdo las cosas, pero simplemente es que muchas veces no las encuentro.
No me encuentro a mí, no encuentro mis cosas, me pierdo en las islas, a veces pierdo el tren, una vez casi pierdo un avión porque estaba perdida en mis pensamientos mientras paseaba por el aeropuerto de Charles de Gaulle, he perdido algún que otro/a amigo/a, cuando era pequeña también me perdí, y lloré, estoy enganchada a "Perdidos", hace unos años me perdí conduciendo por una autopista de acceso a Los Angeles y acabé en un barrio día-de-furia, me perdí la fiesta de fin e curso de COU porque mi padre me castigó, he perdido jugando al parchís, he perdido los nervios, la compostura, he perdido muchas cosas, alguna que otra oportunidad, alguna que otra ocasión, pero no he perdido el miedo éste que tengo bien instalado dentro de mí ... el miedo a perder ...

jueves, 4 de junio de 2009

Elegí ese sábado para llorar


Ya está. Lo conseguí. Sólo estaba esperando a que todos los que más me quieren estuviesen reunidos bajo un mismo techo para derrumbarme y hacerles sufrir un poco. Soy así. Aguanto todo y más durante no se sabe cuánto tiempo para al final estropealo todo.

Lo de estar todos bajo un mismo techo se debía a que Catalina celebraba el sábado su primera comunión. A mí no me gustan las celebraciones (en general), me dan mal rollo, me ponen mal cuerpo, me provocan tristeza (no hay cosa más triste que un vestido de madrina de boda), cuanto más se divierten los invitados más triste me pongo yo, pero bueno ... eso es otra historia, en este caso era mi hija quien celebraba algo de lo que ella estaba encantada ... así que yo por supuesto iba a disfrutar con/por ella.

Y ya que mis padres habían llegado de Santander, que Rubén había volado desde Menorca, que Pepe estaba aquí y que mis hijos pululaban arriba y abajo contentos como unas castañuelas, aproveché que una cinta blanca para el brillante pelo de Catalina no tenía el grado de blanco nuclear que yo hubiese deseado, para mirar hacia el infinito con cara de no sé muy bien qué y empezar a llorar como hace tiempo que no lo hacía.
Enseguida todos se dieron cuenta de que algo no funcionaba bien dentro de mi cabeza o de mi corazón o de alguna otra víscera de mi cuerpo, porque todos se quedaron mirando el lazo con cara de no entender nada para después mirarme a mí sin saber muy bien qué cara poner. Mi madre en un abrir y cerrar de ojos solucionó el tema lazo para la cabeza, y fue entonces cuando yo decidí que tenía que seguir llorando, pero esta vez con más fuerza.
No me voy a molestar en explicar que lo del lazo era lo de menos (aunque sigo pensando que el blanco no era el adecuado), bastante ridículo he hecho ya atreviéndome a confesar que lloré por una cinta para el pelo, el caso es que necesitaba/quería/no-podía-dejar-de llorar, y eso es lo que hice durante un buen rato, mientras los demás decidían qué es lo que me pasaba a la vez que me animaban y me hacían preguntas para las que no tenía respuestas.

Cuando decidí que no iba a llorar más me vestí de verde porque sí, me puse unos taconazos del copón, hice el balance de blancos con el vestido de Catalina y la cinta del pelo, le puse a Bruno una corbata de Hackett que le daba aspecto de aunténtico "Little Britton", me coloqué una sonrisa en la cara, me monté en mi coche y nos fuimos al cole.

La ceremonia fue muy bonita y emotiva, claro, con tanto niño con cara de bueno transmitiendo buen rollito durante una hora ... y yo superé la prueba en primera línea de fuego, concentrada en dominar un nudo que me iba de la garganta a la boca del estómago y sin poder quitar la mirada de la preciosa cara de Catalina, a quien el tamaño de los ojos se le había multiplicado por dos como consecuencia de su ascensión a los altares del polideportivo disfrazado de templo moderno.

Y salí de allí corriendo, repartiendo besos a quien me encontré en mi vía de salida, sonrisas al que quedaba en un ángulo más alejado de mi camino, pisando firme y decidida a acabar cuanto antes con todo. Una vez en casa, y tras una cena en el jardín, una pequeña tormenta me ayudó a desalojar al personal y poner punto final a un día de sonrisas y lágrimas.

Elegí ese sábado para decirles a todos que no me encuentro bien, que necesito llorar, que no he debido de llorar lo suficiente (aunque miles de lágrimas han caído por mi cara), para decirles que estoy perdida, que no sé lo que quiero, ni lo que necesito, ni lo que me conviene, para decirles que cuando has estado a punto de morir tu vida nunca vuelve a se la misma, que a veces no es fácil estar, para decirles que tengo miedo, que la cabeza me da muchas vueltas y que mi corazón está confundido ...

Perdón, perdón, perdón, mil veces perdón. Lo último que quiero en este mundo es hacer sufrir a las personas a las que tanto quiero, sé que su bienestar depende en gran parte de mi bienestar, quiero hacer las cosas bien, pero a veces no sé cómo, a veces no me sale ...