domingo, 16 de agosto de 2009

Enfocando y centrando la imágen


Ridículo esto de escribir sin escribir, de contar sin contar, de hablar por hablar ... definitivamente ridículo. Pero en ello estoy, me resbalé, me caí y sigo deslizándome por este mundo de las palabras sin sentido. Aunque bien pensado es mejor que sea así, porque no me quiero ni imaginar la cantidad de barbaridades que podría llegar a escribir si me pusiera un día a expresar lo que realmente siento sin pudor y con valor, como escribe la gente que a mí me gusta cómo escribe. Pero lo he dicho muchas veces, tantas que resulto pesada y cansina, soy cobarde, no soy valiente, nací con miedo, viví y vivo con miedo y moriré con miedo. El miedo no está tan mal, nos proteje, nos ayuda a ser cautos y nos previene de hacer cosas peligrosas, cosas de las que en un momento dado podías llegar a arrepentirte de haber hecho, y así, gracias al miedo, no haces.
Así es mejor, es como ir disfrazado por la vida, con antifaz, tú ves pero a tí no te reconocen, y eso te da ventaja, te da libertad de movimientos, te ayuda a ir y venir cómodamente. Si algún día me diese por escribir como realmente me gustaría escribir y alguien se encontrase con mis palabras, habría desde ese momento en el mundo alguien que me podría mirar con los mismos ojos con los que yo me miro, y me veo, y sería una sensación bastante extraña.
Me pregunto qué es lo que se siente cuando desnudas tu alma. ¿Será alivio?. No sé, pero da igual, es una cosa que yo nunca voy a saber, porque nunca lo voy a hacer, porque llevo más de cuarenta años viviendo conmigo, y me conozco, y sé de lo que soy capaz y de lo que no. Y de desnudar mi alma, puedo asegurar que no soy capaz.
Y a pesar de todo me empeño en teclear deprisa como si eso sirviese de algo, pienso que cuando escribes muy deprisa con el movimiento de dedos se diluye la ansiedad, la angustia y el desasosiego, da igual lo que escribas, el caso es escribir, la ansiedad desaparece, no del todo por supuesto, qué sería de mi mundo interior sin la ansiedad y sin la angustia y sin el desasosiego, no sería mío, sería de otro, o de otra.
Llevo dos días incomunicada con el mundo exterior. Mi madre es el hilo que me mantiene ligada a las necesidades básicas, una madre nunca deja de alimentar a su hijo, desde que nace hasta que muere. Gracias a mi madre bebo, como, hablo, me despierto tras el sueño, respiro. Gracias Mum. Cualquier día de estos salgo del aislamiento. A pesar de vivir aislada, hago cosas que ayudan a disimular mi estado, y las hago sin esfuerzo, voy al cine, contesto al teléfono, sonrío, castigo a mis hijos sin nintendo, frunzo el ceño, pongo música, hablar me cuesta un poco más, pero si tengo que hablar, hablo, y de vez en cuando me meto en el cómodo mundo virtúal éste donde nadie te molesta y lanzo canciones y fotos y palabras y después, con las mismas, regreso al mundo real.
¿Que por qué me llegué a incomunicar con el mundo exterior? No lo sé muy bien. De repente sentí una tristeza muy profunda y me fui. Tengo previsto volver en un par de días, porque me pesan las miradas de los demás, pero de momento estoy cómoda así, estoy tan cómoda como cuando me tiro en la arena al sol, o como cuando tomo el sol adormecida por el balanceo del barco. Conozco la manera de abandonar este estado, es tan sencillo como levantarse y tirarse de cabeza al mar, el contacto con el agua te refresca los sentidos y te ayuda a despejarte.
Me dispongo a enfocar y centrar la imagen. Quedará una buena foto.

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