domingo, 7 de septiembre de 2008

El sueño del 4 de julio


El 4 de julio estaba mal y no sé cómo, pero escribí. Escribí este despropósito :


Llevo dos días sin comer, a excepción de un pequeño trozo de la tarta de cumpleaños de Bruno que no sé si furtivamente o sin querer me llevé a la boca cuando tras cantar sin fuerza un cumpleaños feliz te deseamos todos partía y repartía entre los invitados, creo que así se llaman los que asisten a una fiesta de cumpleaños con cien globos de colores.

Últimamente tengo unos sueños que me parecen más reales que la vida misma, a pesar de que por razones de espacio, tiempo y lógica sería imposible vivirlos. Así que he decidido escribirlos, por si acaso significan algo. Me da miedo dejarlos escapar. Y eso que no me gustan, muchos de ellos me hacen llorar, creo que esta vez sí en la vida real.

Sin comer estoy porque tengo una gastroenteritis bacteriana (creo) que quiza a un dinosaurio no le hubiese fastidiado tanto, pero a mi estómago y a mi recién estrenado estado físico nos ha dejado destrozados.

Sin embargo he comprobado que una madre que no esté atada a la cama de un hospital por una vía pinchada en una vena del brazo o del cuello siempre saca las fuerza suficientes para acompañar a su precioso hijo el día de su cumple.

Me quedé tranquila, al menos necesitó soplar nueve o diez veces para apagar seis velas. Todavía es pequeño. Aunque a veces parezca mayor.

Y voy con el sueño del cuatro de julio. No se muy bien donde empieza y donde acaba pero estoy en Galicia, debo asistir a una fiesta en una casa solariega de Allariz en la que se celebra con estilo rancio algo que parece importante y tradicional. Hay invitados conocidos, los camareros pasan bandejas con copas de champán, yo cojo una, no sé si la bebo o no, pero la llevo en la mano, incluso cuando decido irme de allí porque estoy sola y Pepe no parece que vaya a reunirse conmigo, y salto desde el balcón del primer piso al estilo spiderman mientras miro con chulería a una dama que me mira con aires de superioridad pero tiene el cuello arrugado. Pienso, estoy enferma, pero ágil, y mira lo que soy capaz de hacer con una copa de cristal en la mano, y no estoy muy morena, pero no tengo arrugas, ahí te quedas.
Y subo la calle San Juan de Allariz hasta el final, es muy estrecha, sucia, muy pindia y la gente me intimida un poco. Pero alguien me había dicho que llegara hasta arriba. No sé si en Allariz hay una calle San Juan. Cuando llego al último portal, subo hasta la buhardilla, allí viven una mujer joven que se parece a Jamiroquai, está con sus dos hijos pequeños, sucios y hambrientos pero muy guapos y graciosos, me pongo a a hacerles fotos sin parar, las fotos son preciosas. De repente aparece Pepe en escena, parece que hubiese estado conmigo todo el tiempo, no acaba de llegar. La mujer sufre, es inteligente, lava a mano una camisa de hombre muy sucia, me dice que su marido es cazador, me entra miedo de que de pronto su marido regrese, pienso de repente que debe de estar loco. Nos vamos, pero antes le doy todo lo que tengo, y prometo enviarle más cosas. Me da pena dejar a los niños allí, me gustaría llevármelos conmigo.
Volvemos a Galicia mi familia celebra algo, creo que tiene que ver con mi tía Carmina, cuento lo de la mujer pobre, pero mi padre me dice que no amargue la fiesta a nadie. Cuando termina, la gente se dispersa, mis padres se van con Nando a Zaragoza, Pepe y yo decidimos dar un rodeo y pasar la noche en San Francisco antes de volver a Santander atravesando el desierto de Nevada. Mi padre cree que estamos locos, que yo no estoy para esos trotes, pero a mi la idea me parece lo mejor del mundo, algo casi natural.
Ahora sólo me acuerdo de estar instalada en la buhardilla de una casa victoriana típica de San Francisco. Pepe ha desaparecido de nuevo del mapa. Parece que soy más joven y vivo con mis padres.
Ahora estoy en una playa . Ahora es invierno. Veo desde la ventana a un chico joven que me saluda desde su habitación y creo que piensa “tengo una vecina nueva”.
Voy a salir, me visto, he quedado con Luis pero voy con Rubén. Estamos en la zona de Alonso Martínez y no sabemos donde sentarnos. De pronto vemos una cabina de teléfonos de las de antes, de las de donde se cambiaba supermán el traje y a mi me daba un poco de angustia entrar y no poder abrir la puerta para volver a salir, por lo que dejaba siempre un pie aguantando la puerta, no era nada cómodo. Empezamos a recoger monedas alrededor de la cabina y un anciano se empieza a meter con nosotros y a decirnos que que caradura tenemos, pero el dinero nos viene bien y lo hemos encontrado nosotros ¡que pasa!. Cuando propongo ir a buscar a Luis, Rubén me dice que lo ha matado la policía en la calle. Le destrozaron la cabeza. Me da muchísima pena y no entiendo nada. Pienso “siempre tuvo espíritu de macarra”. Esperamos un autobús para ir a Gran Vía, pero no estamos seguros de querer ir a Gran Vía, el autobús no llega y nos cambiamos de acera para coger un autobús en dirección contraria, tampoco llega. Pienso “mierda de ciudad”. A nuestro lado pasa Eugenia de Irujo con Liberto Rabal paseando en un carrito a su eterno bebé, nunca crecerá. Decidimos pasar del autobús e ir andando a algún sitio, tengo unos zapatos de tacón que nunca resultan incómodos andes lo que andes ¡que chollo!, pero a pesar de eso nos sentamos en una teraza a comer algo porque Rubén sigue sin estar convencido de ir a Gran Vía. Nos encontramos con unos amigos de Luis muy raros y todos nos ponemos muy tristes mientras comemos una hamburguesa. Rubén se va. Yo me voy a una fiesta a la que hay que ir con un vestido corto y unos zapatos con muchísimo tacón pero estilo popland. No está mal. Conozco a una chica que dice que es enfermera en un hospital nuevo de Madrid, , es maja, pero creo que me ha mentido, creo que es auxiliar. Me vuelvo a mi casa con mis zapatos supercómodos, ando, subo una cuesta, me gusta Madrid, estoy triste, no recuerdo haber llegado a ningún sitio en concreto …

Me despierto, aun estoy mal, este estómago me va a matar. Hace sol. Me voy a Sa Prensa a desayunar con Rubén. Me llevo mi yogurt natural de casa. Esto ya es la vida real. Los sueños sueños son.

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