Alguna vez alguien os ha salvado la vida ? Me encantaría hablar con alguien que haya pasado por esa situación, compartir sentimientos. Yo estoy liada, no se lo que siento. Por supuesto un infinito agradecimiento y admiración por esa persona. Las palabras se me quedan cortas y me parece excesivo dar las gracias una y otra vez, más cuando él hacía su trabajo. Creo que sólo puedo expresarme correctamente con la mirada. Este es un tema sobre el que siento que debo escribir y no se como hacerlo, así que :
Gracias Diego por salvarme la vida, no sé qué decir.
Gracias Javier por la obra de ingeniería que hiciste en mi cuerpo después de que Diego me salvara la vida. Eres un artista y lo sabes.
Gracias Maria Eugenia y cia por cuidarme como me cuidasteis en la UCI.
Gracias Jose Manuel por estar tan pendiente siempre de mí.
Gracias Pablo por tu mano amiga en urgencias.
Gracias Javier por aliviar mis dolores de cabeza pasando de ASISA.
Gracias Carmen por cuidar de mí.
Gracias Pepe por ser como eres, un médico de familia fantástico.
Gracias Marisa por sonreir tanto, nunca he apreciado tanto la amabilidad en la gente como ahora.
GRACIAS de corazón
jueves, 25 de septiembre de 2008
miércoles, 24 de septiembre de 2008
Por las mañanas
Todas las mañanas, de lunes a viernes, me levanto muy pronto y estoy con mis hijos mientras se zampan el desayuno que les prepara ese ángel con alas llegado de Filipinas y llamado Naneth, vemos un ratito los dibujos animados de turno, jugamos al golf en el salón o acabamos de rematar los deberes. Después llega la hora de los peinados, Bruno, que es más chulo que yo qué sé se peina con gomina o agua en su defecto y como no llega al espejo se retoca mirándose en la puerta del horno. A Catalina le hago dos coletas, dos trenzas, una coleta o una trenza, depende de mi estado de ánimo, a veces lleva un lazo enorme de los que Ruben llama helicópteros y otras lazos pequeños, una vez de un color otra vez de otros. Luego les unto la cara con nivea de la caja azul, y les rocío con colonia Bulgari para niños (mmmmmmmmmm) o Nenuco (mmm). Nos colgamos las mochilas al hombro, nos despedimos de Naneth y nos vamos a la parada de ruta dando un paseo. Me gusta el barrio donde vivo, el paseo es bonito, hay árboles, la gente pasea su perro, los niños van al colegio, mis hijos son felices, no paramos de hablar ... cuando les dejo en el autobús vuelvo a casa andando despacio y pienso que yo también soy feliz, feliz por poder hacer eso. No puedo explicar cómo una cosa tan cotidiana te puede hacer sentir tan bien.
El año pasado por estas fechas a estas horas ya me había comido un atasco, había llegado al trabajo sin desayunar y me había encontrado las caras de insatisfacción de mis compañeros sentadas ante un ordenador y quejándose de lo que tocara ese día quejarse, quejas a las que yo me unía como una más si no tenía uno de esos días en que pasaba de todo, hasta de hablar, y me encerraba en mi mundo a la vez que empezaba con la noticia del día que me correspondiera. Luego me iba a desayunar, sola, lejos, con mi música en la oreja, algunos no entendían que me fuese a desayunar sola, pero creo que si no fuese por eso, por mi música, por el paseo, por el aire fresco en la cara, no hubiera tenido fuerzas para aguantar una mañana de gilipolleces, tonterías y malos rollos varios mezclados con un montón de trabajo, que en el fondo era lo de menos.
Un día el desayuno me empezó a sentar mal, todo me sentaba mal, empecé a tener unos dolores de cabeza fortísimos, empecé a encontrame excesivamente cansada, me sentía mal, el médico me dijo que era estrés, y yo me lo creí, y empecé a maldecir mi forma de vida, los atascos, etc, etc, llegó un día en que hacer la cena a mis hijos se me asemejaba a subir al Everest, llegó un día en que no pude tomar ni una manzanilla, llegó un día en que mi hija se cayó por las escaleras y yo no pude levantarme del sofá para ver si se había abierto la cabeza, ese mismo día a las seis de la mañana ingresé en el hospital con una hemorragia digestiva, al día siguiente casi me muero, a partir de entonces, cuando resucité de la anestesia y empecé a se consciente poco a poco de lo que me había pasado empezó mi nueva vida.
Han pasado unos cuantos meses, lo he pasado muy mal, muy muy muy mal, pero este verano he empezado a ver la luz y ahora disfruto de muchas cosas a lo largo del día, una de ellas de mis hijos. Son preciosos y por la mañana brillan de una manera muy especial.
El año pasado por estas fechas a estas horas ya me había comido un atasco, había llegado al trabajo sin desayunar y me había encontrado las caras de insatisfacción de mis compañeros sentadas ante un ordenador y quejándose de lo que tocara ese día quejarse, quejas a las que yo me unía como una más si no tenía uno de esos días en que pasaba de todo, hasta de hablar, y me encerraba en mi mundo a la vez que empezaba con la noticia del día que me correspondiera. Luego me iba a desayunar, sola, lejos, con mi música en la oreja, algunos no entendían que me fuese a desayunar sola, pero creo que si no fuese por eso, por mi música, por el paseo, por el aire fresco en la cara, no hubiera tenido fuerzas para aguantar una mañana de gilipolleces, tonterías y malos rollos varios mezclados con un montón de trabajo, que en el fondo era lo de menos.
Un día el desayuno me empezó a sentar mal, todo me sentaba mal, empecé a tener unos dolores de cabeza fortísimos, empecé a encontrame excesivamente cansada, me sentía mal, el médico me dijo que era estrés, y yo me lo creí, y empecé a maldecir mi forma de vida, los atascos, etc, etc, llegó un día en que hacer la cena a mis hijos se me asemejaba a subir al Everest, llegó un día en que no pude tomar ni una manzanilla, llegó un día en que mi hija se cayó por las escaleras y yo no pude levantarme del sofá para ver si se había abierto la cabeza, ese mismo día a las seis de la mañana ingresé en el hospital con una hemorragia digestiva, al día siguiente casi me muero, a partir de entonces, cuando resucité de la anestesia y empecé a se consciente poco a poco de lo que me había pasado empezó mi nueva vida.
Han pasado unos cuantos meses, lo he pasado muy mal, muy muy muy mal, pero este verano he empezado a ver la luz y ahora disfruto de muchas cosas a lo largo del día, una de ellas de mis hijos. Son preciosos y por la mañana brillan de una manera muy especial.
martes, 23 de septiembre de 2008
Dicen que es bueno llorar
Nunca pensé en escribir en un blog, aunque siempre pensé en escribir en un folio en blanco. Pero escribir me alivia, y el folio en blanco no me dio resultado, así que cree este blog que nadie lee porque nadie sabe que existe. Si alguien lo encuentra por casualidad quiero que sepa que no pongo cuidado en la redacción ni en la puntuación y casi ni en los acentos, escribo a velocidad de vértigo y no corrijo, aí que el resultado es el que es.
Uno de mis muchísimos médicos, bueno uno de los médicos que me atienden, míos míos no son, me aconsejó escribir diariamente unas líneas, tres o trescientas, daba igual, pero dijo que me vendría bien expresar en palabras lo que siento, o contar lo que me apeteciera. Diariamente no lo consigo, pero de vez en cuando entro aquí y tecleo rápido rápido.
Un día le dije que tenía miedo a morir, que tenía miedo a que me pasara algo horrible, y me contestó que tenía que afrontar la posibilidad de que eso pudiera llegar a ocurrir, que tenía que afrontar el hecho de que mis hijos se pudieran quedar sin madre y mis padres sin hija, que tenía que afrontar la posibilidad de llegar a sentir dolor moral y físico, y que lo expresara, que llorara, que gritara ... me quedé de piedra, pensé que me ibas a decir no te preocupes no te vas a morir, nada de eso va a pasar, le dije. No, eso ya te lo dicen los demás, me contestó.
Y me pregunto cómo se puede aprender a afrontar eso, no lo se, de verdad que no lo se. Estoy perdida. Mientras tanto intento disfrutar de todo a tope, incluso de este cansancio que me lleva pegada dos días al sofá y a la cama que estoy aprovechando para ver la última temporada de las chicas Gilmore (que no me está gustando por cierto).
Ayer en el hospital me enteré de que un chico de 33 años pasa sus últimos días después de que un maldito cancer le haya hecho la puñeta durante mucho tiempo. Se casaba en octubre, y los médicos habían dicho que no llegaría a la boda. No se equivocaron, no llegará. No le conocía, sólo había coincidido con él en los pasillos y en la cafetería del hospital. Ahora estoy llorando, por él, por mí, por tanta gente ... por mí no, no quiero llorar por mí. Simplemente lloro, dicen los médicos que es bueno.
Uno de mis muchísimos médicos, bueno uno de los médicos que me atienden, míos míos no son, me aconsejó escribir diariamente unas líneas, tres o trescientas, daba igual, pero dijo que me vendría bien expresar en palabras lo que siento, o contar lo que me apeteciera. Diariamente no lo consigo, pero de vez en cuando entro aquí y tecleo rápido rápido.
Un día le dije que tenía miedo a morir, que tenía miedo a que me pasara algo horrible, y me contestó que tenía que afrontar la posibilidad de que eso pudiera llegar a ocurrir, que tenía que afrontar el hecho de que mis hijos se pudieran quedar sin madre y mis padres sin hija, que tenía que afrontar la posibilidad de llegar a sentir dolor moral y físico, y que lo expresara, que llorara, que gritara ... me quedé de piedra, pensé que me ibas a decir no te preocupes no te vas a morir, nada de eso va a pasar, le dije. No, eso ya te lo dicen los demás, me contestó.
Y me pregunto cómo se puede aprender a afrontar eso, no lo se, de verdad que no lo se. Estoy perdida. Mientras tanto intento disfrutar de todo a tope, incluso de este cansancio que me lleva pegada dos días al sofá y a la cama que estoy aprovechando para ver la última temporada de las chicas Gilmore (que no me está gustando por cierto).
Ayer en el hospital me enteré de que un chico de 33 años pasa sus últimos días después de que un maldito cancer le haya hecho la puñeta durante mucho tiempo. Se casaba en octubre, y los médicos habían dicho que no llegaría a la boda. No se equivocaron, no llegará. No le conocía, sólo había coincidido con él en los pasillos y en la cafetería del hospital. Ahora estoy llorando, por él, por mí, por tanta gente ... por mí no, no quiero llorar por mí. Simplemente lloro, dicen los médicos que es bueno.
jueves, 18 de septiembre de 2008
Vivan las máquinas de resonancia abierta de verdad
Hace algunos años, cuando la vida pasaba sin preocupaciones importantes, cuando lo que me importaba era acabar los exámenes y empezar las fiestas, cuando empecé a trabajar y me divertía tanto y era capaz de gastar una hora en organizar mi calendario de trabajo para conseguir juntar ocho días y pirarme a donde tocara, y volver a trabajar recién aterrizada con mi bolsa a cuestas, cuando llegaba a trabajar un domingo a las ocho de la mañana y con la ayuda de mis gafas de sol y seis cafés conseguía hacer mi trabajo perfectamente, cuando la vida era viajar, escuchar música, salir, leer, dormir la siesta, volver a salir y leer y leer ... cuando Madrid me molaba, cada vez que conseguía superar mi claustrofobia a base de mucho esfuerzo siempre pensaba, espero que a mí nunca me tengan que meter en un cilindro de esos para hacerme una prueba rara en ningún hospital. Espero que no !
Ahora que Madrid ya no me mola tanto, ahora que las semanas de diez días de trabajo me cansan, ahora que los domingos tengo que ir a trabajar fresca como una lechuga después de dormir unas cuantas horas, ahora que tengo un ipod y no tengo tiempo de escuchar música (quien lo hubiese pillado en la época de mi walkman sony amarillo en el que el auto-reverse no funcionaba), ahora que voy a libro por mes de media, ahora que todavía tiemblo cuando pienso lo que me pasó en enero, ahora que he visto el túnel y he visto la luz, ahora me he visto obligada a meterme en un tubo de esos y a cosas peores.
Pero, gracias al señor Philips, que además de teles planas ha fabricado un estupendo aparato de resonancia magnética abierta pensando en los pobres claustrofóbicos como yo, ayer pasé dos horas estupendas dentro de una de ellas. Vivan los avances médico tecnológicos !!!!!!
Hoy tengo agujetas en los abdominales de obedecer las órdenes de respira, no respires, toma aire, aguanta la respiración, ya puedes respirar normalmente, no respires, respira, vale, vale
(Siempre que digo-escribo vale me acuerdo de mi padre y pido perdón, DE ACUERDO, qué es eso de vale, vale)
Ahora estoy en pausa, ahora no trabajo, ahora me recupero, ahora leo, ahora hago sesiones maratonianas de TV series, ahora disfruto de mis hijos, ahora disfruto de mi sofá, ahora a veces tengo ganas de escribir, y sobre todo tengo tiempo, y ahora existen las resonancias magnéticas abiertads de verdad !
Ahora que Madrid ya no me mola tanto, ahora que las semanas de diez días de trabajo me cansan, ahora que los domingos tengo que ir a trabajar fresca como una lechuga después de dormir unas cuantas horas, ahora que tengo un ipod y no tengo tiempo de escuchar música (quien lo hubiese pillado en la época de mi walkman sony amarillo en el que el auto-reverse no funcionaba), ahora que voy a libro por mes de media, ahora que todavía tiemblo cuando pienso lo que me pasó en enero, ahora que he visto el túnel y he visto la luz, ahora me he visto obligada a meterme en un tubo de esos y a cosas peores.
Pero, gracias al señor Philips, que además de teles planas ha fabricado un estupendo aparato de resonancia magnética abierta pensando en los pobres claustrofóbicos como yo, ayer pasé dos horas estupendas dentro de una de ellas. Vivan los avances médico tecnológicos !!!!!!
Hoy tengo agujetas en los abdominales de obedecer las órdenes de respira, no respires, toma aire, aguanta la respiración, ya puedes respirar normalmente, no respires, respira, vale, vale
(Siempre que digo-escribo vale me acuerdo de mi padre y pido perdón, DE ACUERDO, qué es eso de vale, vale)
Ahora estoy en pausa, ahora no trabajo, ahora me recupero, ahora leo, ahora hago sesiones maratonianas de TV series, ahora disfruto de mis hijos, ahora disfruto de mi sofá, ahora a veces tengo ganas de escribir, y sobre todo tengo tiempo, y ahora existen las resonancias magnéticas abiertads de verdad !
sábado, 13 de septiembre de 2008
Ya estoy en Madrid
Ya estoy en Madrid, no sé los días que llevo aquí, dos, tres, cuatro ... y ya me ha dado tiempo a hacer mil y una cosas, esto es tremendo. Desde que llegué he estado en tres hospitales y en un centro de salud, en la facultad, en la Asociación de la Prensa, en el Banco Guipuzcoano cuyos cajeros se empeñaban en decirme que mi clave secreta, que tengo desde hace 20 años, no era correcta, me ha dado tiempo a hacer una reclamación a mi seguro de salud, que ahora con mucha paciencia tendré que repetir por escrito, para nada seguramente, me he hecho un tratamiento de pies en mi sitio preferido de Madrid (una pijada como otra cualquiera de esas que me gustan a mí)), he comido con una amiga en un restaurante de Chueca donde por cierto, la comida me sentó fatal, he estado dos veces en el colegio de mis hijos, quienes con mucha ilusión el miércoles volvieron a su rutina, que gozada ser niño !!! AHHH y como no, he estado en el corte inglés, haciendo una cola de horror en la sección uniformes, y es que esa soy yo, la que se va el primer día de cole a comprar jerseys y demás al corte inglés (en serio, tuve que coger número como en la carnicería), ahh y estuve en una superpapelería comrando material escolar para mis hijos y para mí, que me encanta, gomas de nata, lápices del número 2, carpetas de colores ... y ya he empezado a hacer deberes, así me he enterado de que el 2009 será el Año Internacional de la Astronomía para conmemorar que hace 400 años Galileo Galilei utilizó el primer telescopio con fines astronómicos, y que la astronomía es la ciencia que estudia todo lo que está fuera de la Tierra, y que no hay que confundirla con la Astrología ... y he hecho tantas cosas, algunas por obligación, otras por devoción y otras yo qué sé por qué, que ayer estuve tirada de agotamiento sin salir de casa. Y es que he cambiado el ritmo demasiado de repente y mi cuerpo ya no puede con los "excesos". A partir de ahora tranquilidad.
Hoy estoy animada, tan animada que he decidido cambiar las habitaciones, la de Catalina para Bruno, la de Bruno para Pepe y la de Pepe para Catalina, y ahí tengo a mi santo como diría Elvira Lindo, desarmando camas, atornillando y, desatornillando cosas que en un principio parecían imposibles de armar y desarmar y jurando en hebreo, yo por si acaso me he retirado del lugar de los hechos, jeje. Hoy estoy animada, ayer no, pero eso es otra historia.
domingo, 7 de septiembre de 2008
El sueño del 4 de julio
El 4 de julio estaba mal y no sé cómo, pero escribí. Escribí este despropósito :
Llevo dos días sin comer, a excepción de un pequeño trozo de la tarta de cumpleaños de Bruno que no sé si furtivamente o sin querer me llevé a la boca cuando tras cantar sin fuerza un cumpleaños feliz te deseamos todos partía y repartía entre los invitados, creo que así se llaman los que asisten a una fiesta de cumpleaños con cien globos de colores.
Últimamente tengo unos sueños que me parecen más reales que la vida misma, a pesar de que por razones de espacio, tiempo y lógica sería imposible vivirlos. Así que he decidido escribirlos, por si acaso significan algo. Me da miedo dejarlos escapar. Y eso que no me gustan, muchos de ellos me hacen llorar, creo que esta vez sí en la vida real.
Sin comer estoy porque tengo una gastroenteritis bacteriana (creo) que quiza a un dinosaurio no le hubiese fastidiado tanto, pero a mi estómago y a mi recién estrenado estado físico nos ha dejado destrozados.
Sin embargo he comprobado que una madre que no esté atada a la cama de un hospital por una vía pinchada en una vena del brazo o del cuello siempre saca las fuerza suficientes para acompañar a su precioso hijo el día de su cumple.
Me quedé tranquila, al menos necesitó soplar nueve o diez veces para apagar seis velas. Todavía es pequeño. Aunque a veces parezca mayor.
Y voy con el sueño del cuatro de julio. No se muy bien donde empieza y donde acaba pero estoy en Galicia, debo asistir a una fiesta en una casa solariega de Allariz en la que se celebra con estilo rancio algo que parece importante y tradicional. Hay invitados conocidos, los camareros pasan bandejas con copas de champán, yo cojo una, no sé si la bebo o no, pero la llevo en la mano, incluso cuando decido irme de allí porque estoy sola y Pepe no parece que vaya a reunirse conmigo, y salto desde el balcón del primer piso al estilo spiderman mientras miro con chulería a una dama que me mira con aires de superioridad pero tiene el cuello arrugado. Pienso, estoy enferma, pero ágil, y mira lo que soy capaz de hacer con una copa de cristal en la mano, y no estoy muy morena, pero no tengo arrugas, ahí te quedas.
Y subo la calle San Juan de Allariz hasta el final, es muy estrecha, sucia, muy pindia y la gente me intimida un poco. Pero alguien me había dicho que llegara hasta arriba. No sé si en Allariz hay una calle San Juan. Cuando llego al último portal, subo hasta la buhardilla, allí viven una mujer joven que se parece a Jamiroquai, está con sus dos hijos pequeños, sucios y hambrientos pero muy guapos y graciosos, me pongo a a hacerles fotos sin parar, las fotos son preciosas. De repente aparece Pepe en escena, parece que hubiese estado conmigo todo el tiempo, no acaba de llegar. La mujer sufre, es inteligente, lava a mano una camisa de hombre muy sucia, me dice que su marido es cazador, me entra miedo de que de pronto su marido regrese, pienso de repente que debe de estar loco. Nos vamos, pero antes le doy todo lo que tengo, y prometo enviarle más cosas. Me da pena dejar a los niños allí, me gustaría llevármelos conmigo.
Volvemos a Galicia mi familia celebra algo, creo que tiene que ver con mi tía Carmina, cuento lo de la mujer pobre, pero mi padre me dice que no amargue la fiesta a nadie. Cuando termina, la gente se dispersa, mis padres se van con Nando a Zaragoza, Pepe y yo decidimos dar un rodeo y pasar la noche en San Francisco antes de volver a Santander atravesando el desierto de Nevada. Mi padre cree que estamos locos, que yo no estoy para esos trotes, pero a mi la idea me parece lo mejor del mundo, algo casi natural.
Ahora sólo me acuerdo de estar instalada en la buhardilla de una casa victoriana típica de San Francisco. Pepe ha desaparecido de nuevo del mapa. Parece que soy más joven y vivo con mis padres.
Ahora estoy en una playa . Ahora es invierno. Veo desde la ventana a un chico joven que me saluda desde su habitación y creo que piensa “tengo una vecina nueva”.
Voy a salir, me visto, he quedado con Luis pero voy con Rubén. Estamos en la zona de Alonso Martínez y no sabemos donde sentarnos. De pronto vemos una cabina de teléfonos de las de antes, de las de donde se cambiaba supermán el traje y a mi me daba un poco de angustia entrar y no poder abrir la puerta para volver a salir, por lo que dejaba siempre un pie aguantando la puerta, no era nada cómodo. Empezamos a recoger monedas alrededor de la cabina y un anciano se empieza a meter con nosotros y a decirnos que que caradura tenemos, pero el dinero nos viene bien y lo hemos encontrado nosotros ¡que pasa!. Cuando propongo ir a buscar a Luis, Rubén me dice que lo ha matado la policía en la calle. Le destrozaron la cabeza. Me da muchísima pena y no entiendo nada. Pienso “siempre tuvo espíritu de macarra”. Esperamos un autobús para ir a Gran Vía, pero no estamos seguros de querer ir a Gran Vía, el autobús no llega y nos cambiamos de acera para coger un autobús en dirección contraria, tampoco llega. Pienso “mierda de ciudad”. A nuestro lado pasa Eugenia de Irujo con Liberto Rabal paseando en un carrito a su eterno bebé, nunca crecerá. Decidimos pasar del autobús e ir andando a algún sitio, tengo unos zapatos de tacón que nunca resultan incómodos andes lo que andes ¡que chollo!, pero a pesar de eso nos sentamos en una teraza a comer algo porque Rubén sigue sin estar convencido de ir a Gran Vía. Nos encontramos con unos amigos de Luis muy raros y todos nos ponemos muy tristes mientras comemos una hamburguesa. Rubén se va. Yo me voy a una fiesta a la que hay que ir con un vestido corto y unos zapatos con muchísimo tacón pero estilo popland. No está mal. Conozco a una chica que dice que es enfermera en un hospital nuevo de Madrid, , es maja, pero creo que me ha mentido, creo que es auxiliar. Me vuelvo a mi casa con mis zapatos supercómodos, ando, subo una cuesta, me gusta Madrid, estoy triste, no recuerdo haber llegado a ningún sitio en concreto …
Me despierto, aun estoy mal, este estómago me va a matar. Hace sol. Me voy a Sa Prensa a desayunar con Rubén. Me llevo mi yogurt natural de casa. Esto ya es la vida real. Los sueños sueños son.
Últimamente tengo unos sueños que me parecen más reales que la vida misma, a pesar de que por razones de espacio, tiempo y lógica sería imposible vivirlos. Así que he decidido escribirlos, por si acaso significan algo. Me da miedo dejarlos escapar. Y eso que no me gustan, muchos de ellos me hacen llorar, creo que esta vez sí en la vida real.
Sin comer estoy porque tengo una gastroenteritis bacteriana (creo) que quiza a un dinosaurio no le hubiese fastidiado tanto, pero a mi estómago y a mi recién estrenado estado físico nos ha dejado destrozados.
Sin embargo he comprobado que una madre que no esté atada a la cama de un hospital por una vía pinchada en una vena del brazo o del cuello siempre saca las fuerza suficientes para acompañar a su precioso hijo el día de su cumple.
Me quedé tranquila, al menos necesitó soplar nueve o diez veces para apagar seis velas. Todavía es pequeño. Aunque a veces parezca mayor.
Y voy con el sueño del cuatro de julio. No se muy bien donde empieza y donde acaba pero estoy en Galicia, debo asistir a una fiesta en una casa solariega de Allariz en la que se celebra con estilo rancio algo que parece importante y tradicional. Hay invitados conocidos, los camareros pasan bandejas con copas de champán, yo cojo una, no sé si la bebo o no, pero la llevo en la mano, incluso cuando decido irme de allí porque estoy sola y Pepe no parece que vaya a reunirse conmigo, y salto desde el balcón del primer piso al estilo spiderman mientras miro con chulería a una dama que me mira con aires de superioridad pero tiene el cuello arrugado. Pienso, estoy enferma, pero ágil, y mira lo que soy capaz de hacer con una copa de cristal en la mano, y no estoy muy morena, pero no tengo arrugas, ahí te quedas.
Y subo la calle San Juan de Allariz hasta el final, es muy estrecha, sucia, muy pindia y la gente me intimida un poco. Pero alguien me había dicho que llegara hasta arriba. No sé si en Allariz hay una calle San Juan. Cuando llego al último portal, subo hasta la buhardilla, allí viven una mujer joven que se parece a Jamiroquai, está con sus dos hijos pequeños, sucios y hambrientos pero muy guapos y graciosos, me pongo a a hacerles fotos sin parar, las fotos son preciosas. De repente aparece Pepe en escena, parece que hubiese estado conmigo todo el tiempo, no acaba de llegar. La mujer sufre, es inteligente, lava a mano una camisa de hombre muy sucia, me dice que su marido es cazador, me entra miedo de que de pronto su marido regrese, pienso de repente que debe de estar loco. Nos vamos, pero antes le doy todo lo que tengo, y prometo enviarle más cosas. Me da pena dejar a los niños allí, me gustaría llevármelos conmigo.
Volvemos a Galicia mi familia celebra algo, creo que tiene que ver con mi tía Carmina, cuento lo de la mujer pobre, pero mi padre me dice que no amargue la fiesta a nadie. Cuando termina, la gente se dispersa, mis padres se van con Nando a Zaragoza, Pepe y yo decidimos dar un rodeo y pasar la noche en San Francisco antes de volver a Santander atravesando el desierto de Nevada. Mi padre cree que estamos locos, que yo no estoy para esos trotes, pero a mi la idea me parece lo mejor del mundo, algo casi natural.
Ahora sólo me acuerdo de estar instalada en la buhardilla de una casa victoriana típica de San Francisco. Pepe ha desaparecido de nuevo del mapa. Parece que soy más joven y vivo con mis padres.
Ahora estoy en una playa . Ahora es invierno. Veo desde la ventana a un chico joven que me saluda desde su habitación y creo que piensa “tengo una vecina nueva”.
Voy a salir, me visto, he quedado con Luis pero voy con Rubén. Estamos en la zona de Alonso Martínez y no sabemos donde sentarnos. De pronto vemos una cabina de teléfonos de las de antes, de las de donde se cambiaba supermán el traje y a mi me daba un poco de angustia entrar y no poder abrir la puerta para volver a salir, por lo que dejaba siempre un pie aguantando la puerta, no era nada cómodo. Empezamos a recoger monedas alrededor de la cabina y un anciano se empieza a meter con nosotros y a decirnos que que caradura tenemos, pero el dinero nos viene bien y lo hemos encontrado nosotros ¡que pasa!. Cuando propongo ir a buscar a Luis, Rubén me dice que lo ha matado la policía en la calle. Le destrozaron la cabeza. Me da muchísima pena y no entiendo nada. Pienso “siempre tuvo espíritu de macarra”. Esperamos un autobús para ir a Gran Vía, pero no estamos seguros de querer ir a Gran Vía, el autobús no llega y nos cambiamos de acera para coger un autobús en dirección contraria, tampoco llega. Pienso “mierda de ciudad”. A nuestro lado pasa Eugenia de Irujo con Liberto Rabal paseando en un carrito a su eterno bebé, nunca crecerá. Decidimos pasar del autobús e ir andando a algún sitio, tengo unos zapatos de tacón que nunca resultan incómodos andes lo que andes ¡que chollo!, pero a pesar de eso nos sentamos en una teraza a comer algo porque Rubén sigue sin estar convencido de ir a Gran Vía. Nos encontramos con unos amigos de Luis muy raros y todos nos ponemos muy tristes mientras comemos una hamburguesa. Rubén se va. Yo me voy a una fiesta a la que hay que ir con un vestido corto y unos zapatos con muchísimo tacón pero estilo popland. No está mal. Conozco a una chica que dice que es enfermera en un hospital nuevo de Madrid, , es maja, pero creo que me ha mentido, creo que es auxiliar. Me vuelvo a mi casa con mis zapatos supercómodos, ando, subo una cuesta, me gusta Madrid, estoy triste, no recuerdo haber llegado a ningún sitio en concreto …
Me despierto, aun estoy mal, este estómago me va a matar. Hace sol. Me voy a Sa Prensa a desayunar con Rubén. Me llevo mi yogurt natural de casa. Esto ya es la vida real. Los sueños sueños son.
Maine cada vez está más cerca
Ha llegado septiembre... apuramos los últimos días de playa , olas y tablas, de sol y de descanso del de verdad. Ha llegado septiembre ... y con él los nuevos planes, cada año todo comienza de nuevo en septiembre, los niños vuelven al cole con los zapatos un poco grandes y brillantes, la mochila reluciente y la cara morena. Pero este año todo es un poco diferente para mí, no vuelvo al trabajo, no estoy agobiada con los horarios, no tengo la angustia de no llegar a todo y a tiempo. Este año me estoy recuperando de una grave enfermedad. Este año casi todo me da igual. Cuando has estado a pundo de dejar todo aquí sin tener tiempo de planear tu despedida, de colocar tus cosas y de dar consejos a los que se quedan, casi todo lo demás no importa. Estoy aquí y me río del trabajo, me río de los atascos, me río de los horarios, me río de Madrid. Pero me tomo muy en serio otras cosas, me tomo en serio mi salud y mi vida.
Este año, los planes no son muchos. Este año sí que sí en casa vamos a separar la basura para reciclarla. Este septiembre compraré tres cubos de tres colores. No puede ser que mis hijos estén más concienciados que yo. No puede ser que en casa no puedan aplicar lo que aprenden en el colegio. Pido perdón por empezar tan tarde.
Este año voy a hacer yoga. Sí, yoga, y no vale reirse. Lo voy a hacer.
Este año voy a intentar disfrutar más de las pequeñas buenas cosas de la vida y voy a intentar afrontar con fuerza las cosas malas de la vida. He descubierto que soy más fuerte de lo que creía y he descubierto el placer de levantarme por las mañanas sin dolor. Es un lujo, creedme !!!
Este año voy a intentar hacer felices a los que me rodean.
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