miércoles, 4 de febrero de 2009

Sin bazo

Ayer estuve cenando con Ignacio. Merendando, cenando y "decopas". Tuvimos tiempo de hablar. Antes hablábamos y callábamos. Ayer hablamos y hablamos. Ignacio y yo tenemos muchas cosas en común, demasiadas. Ignacio y yo somos diferentes e iguales al mismo tiempo. Ignacio y yo somos amigos. Pasa el tiempo, nos hacemos mayores, nos alejamos y nos acercamos según la vida nos va dirigiendo.

Los dos hemos vivido y sufrido una grave enfermedad (larga y penosa enfermedad, dicen los obituarios de los periódicos). La de Ignacio más larga y penosa. Los dos la hemos superado. Los dos nos hemos quedado sin bazo. A los dos nos ha fallado el mismo sistema. Cuando él estuvo enfermo, yo viví su enfermedad intensamente, y no paraba de decirle que yo nunca podría soportar el pasar por lo que él estaba pasando. El se curó. Superó lo que muy pocas personas son capaces de superar. Cuando yo desperté de la anestesia, lo primero que pregunté-afirmé es "me han quitado el bazo".

El bazo se convirtió en un símbolo.

Ahora vivimos sin bazo una vida nueva. Antes de salir del hospital nos vacunaron como a unos bebés. Empezábamos una vida nueva que estamos aprovechando para disfrutar como una segunda oportunidad. Pero ni siquiera las segundas oportunidades se ven libres de escollos y por eso Ignacio y yo sonreímos mucho.
Al vernos juntos (o separados) nadie se imaginaría que hemos pasado por lo que hemos pasado, pues nuestra capacidad de recuperación ha sido ... muy buena.
Yo discrepo de Ignacio. Me resisto a apoyar esas teorías que hablan de que nosotros mismos nos creamos nuestras enfermedades. Puede que sea verdad, no lo sé. Pero, aunque yo me resisto ..., por si acaso ahora intento quererme más ...
El sufrió mucho más que yo. Si yo ví la luz al fondo del túnel, él estuvo en el túnel. Pero ...aquí estamos, hablando como antes y sonriendo mucho.
Ignacio es de los amigos que perduran en el tiempo, pase lo que pase, en contacto o no. En el otro lado están los amigos temporales, que también son muy importantes, también aportan su grano de arena, pero se acaban perdiendo en el tiempo y en el espacio, y de ellos queda un recuerdo más o menos intenso. Ignacio y yo siempre nos encontramos en un punto.

Sé que podía escribir algo mucho más bonito y profundo sobre mi amigo. Yo sé hacerlo mucho mejor, pero no me sale. A veces pienso que sólo me salen las cosas bonitas cuando estoy triste, y ahora no estoy triste, porque no quiero estarlo, porque quiero reir, porque me hace bien reir y sonreir ...

Y mientras tanto sigo pensando, dónde antes estaba mi súperbazo ... qué hay ahora ?

No hay comentarios: