martes, 3 de marzo de 2009

Tarde de domingo

El domingo fui al cine. Hace algunos años esto no hubiese sido noticia para mí, es más, el ir al cine formaba parte de mi rutina, era algo así como tomar un café, ir a trabajar o poner la lavadora. Pero todo cambia en esta vida y ahora ya no voy al cine con frecuencia, del mismo modo en el que ya no voy a trabajar ni pongo lavadoras. Café sí tomo, y más que antes, la cafeína ya no me quita el sueño, ahora son otras cosas las que a veces me impiden dormir, y un café se ha convertido en un compañero de largos desayunos, agradables sobremesas y prolongadas charlas. Antes un café con un bollo (o dos) era el que me ayudaba a mantenerme despierta en el trabajo por las mañanas, y un café con un gelocatil (o dos) era el que me ayudaba a no caer dormida antes de salir de marcha por las noches. Todo ha cambiado en mi vida, hasta el papel que juega el café en ella.

El domingo ví "El curioso caso de Benjamin Button". Y como soy una nostálgica decidí pasar las casi tres horas que dura la película en una de las incómodas butacas del cine Palafox. Cuántas tardes de domingo y de sábado, y de jueves, y de lunes en el cine Palafox viendo un estreno tras otro !. Fue como una vuelta atrás en el tiempo. Me siguen gustando ese tipo de cines, me gusta acceder al cine desde una acera de la calle no desde un enorme aparcamiento subterraneo pintado de diferentes colores para ayudarte a encontrar tu coche cuando decides volver a tu casa, me gustan los acomodadores a punto de jubilarse, tan profesionales ellos, con su linterna, con ese uniforme que parece que van a hacer la primera comunión, me encanta, me gusta hasta ese olor mezcla de ambientador barato con palomitas y algo más que no se puede considerar del todo agradable, pero es al menos característico, me gustan hasta sus anuncios con estilismo años 90 que no han cambiado porque a la Giralda de la calle Harstenbuch o como se escriba (nunca supe ni escribir ni pronunciar con corrección el nombre de esa calle) sigue yendo la misma gente y en la pescaderia de Fernando VI sigue comprando la misma gente.
El domingo nos recibieron a la entrada del cine los acomodadores que han ido envejeciendo al mismo tiempo que mis hijos han nacido y han pasado de la guarderia al colegio, y por un momento me pareció estar viendo a un tío abuelo lejano que hace mucho que no veía y al que saludé con cariño.

El domingo vi "El curioso caso de Bejamin Button" en una butaca no muy cómoda y delante de una pandilla de cuatro amigas que sumarían entre todas casi 350 años. Y cuando las vimos, Pepe y yo nos miramos con cara de circunstancias porque ya sabíamos lo que nos esperaba en los próximos 150 minutos, una continua descripción de escenas, predicción de acontecimientos obvios con varios segundos de retardo y comentarios diversos acompañados de exclamaciones de sorpresa o indignación. Pensamos en cambiarnos de sitio, pero no lo hicimos. El domingo yo estaba de buen humor y ni las señoras parlanchinas consiguieron fastidiarme la película. No sé, me parecieron hasta graciosas en sus comentarios, y muy, muy tiernas. Desde hace mucho tiempo los ancianos me producen ternura, creo que desde que nacieron mis hijos veo a los ancianos de otra manera, me recuerdan a los niños en tantas cosas ... Y me pareció estupendo que esas señoras hubiesen tenido el humor y la fuerza de arreglarse y salir al cine una tarde de domingo, con su bolso de piel y sus ochenta años cada una. Lo que no hubiese aguantado esa tarde hubiese sido a un grupo de adolescente gritones, maleducados, comiendo todo tipo de cosas con envoltorios ruidosos, dando patadas en el respaldo de la butaca, y ofreciendo malas contestaciones cuando les pides educadamente que no hablen o no se muevan. No soporto la mala educación, y desafortunadamente está muy de moda ahora. Madre mía ! parezco una abuela hablando ... no, no, no ... cuando yo era adolescente sería muchas cosas, pero no maleducada ni irrespetuosa con los demás. De repente me he sentido demasiado madura. La vida cambia, el café no es lo mismo y acabo hablando de lo maleducada que es la juventud en estos tiempos que corren !

El domingo disfruté con una buena película. "El curioso caso de Benjamin Button", me pareció una película maravillosa. Cuándo no hemos pensado alguna vez en nacer ancianos y morir bebés, pues David Fincher lo cuenta con mucho acierto en esta película y Brad Pitt lo interpreta con más acierto todavía. Además, es tan guapo, tan guapo a la vez que tan interesante y tan atractivo. Lo bueno de Brad Pitt es que le da profundidad a su belleza, y lo que podía haberse quedado en un guaperas se ha convertido en un hombre espectacular.
La película es de las que dejan poso. Es de las películas que te gusta comentar cuando sales del cine, y por eso ...

El domingo me tomé un café después del cine. Al salir a la calle estaba un poco mareada, en realidad sigo mareada y con dolor de cabeza (pero ahora no me voy a parar a pensar en por qué estoy mareada, porque mi imaginación vuela demasiado deprisa, y mi médico (es míííííío) me ha dicho que me tome mi analgésico favorito y de momento, ya está ). Bueno, pues nos fuimos a tomar un cafe a ... Starbucks ! Y cuando llegamos, el simpatiquísimo camarero de turno con una súpersonrisa en la cara nos preguntó que qué tal estábamos y si nos encontrábamos bien, y por un momento me dieron ganas de contestarle "pues bien gracias, bueno, bien, bien, no, porque en realidad me encuentro un poco mareada y tal pero bueno, estoy contenta porque acabo de ver una película en el cine que me ha gustado mucho y si ahora me pones un frapuchino mocca y un muffin de arándanos pues genial, ahh y un zumo de naranja y mango que me gusta mucho, pero ese me lo voy a beber en mi casa, así que es para llevar y ... tu que tal ? todo bien?", pero al final simplemente le contesté que bien con una amplia sonrisa y le pedí todo lo que quería.

El domingo por la tarde fue un buen domingo por la tarde.

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