martes, 31 de marzo de 2009

Pequeños grandes pasos



Han pasado varios días desde la última vez que escribí. Han pasado días y cosas, cosas pequeñas, pero grandes para mí. Ahora mis metas son accesibles, las consigo paso a paso, voy despacio, quien me iba a decir a mí que algun día iría despacio, que haría las cosas despacio ...

En el puente de San José nos fuimos a Santander muy ilusionados, Bruno tenía "megaganas de ir", Catalina "más ganas que Bruno", Pepe necesitaba cambiar el "chip" y yo ... pues yo siempre tengo megaganas de ir a mi casa, visualizo el sofá y a mis padres y me entran las megaganas, algo así como el perro de Paulov, más o menos.
El tiempo nos acompañó, un sol estupendo, un aire limpio, una temperatura muy agradable... y cómo había nieve en Alto Campoo, subimos a esquiar, y como yo estaba muy contenta y animada, y además ¡me encontraba bastante bien!, decidí ponerme las botas y los esquís y ... esquíar, cosa que pensé que no iba a poder volver hacer en mi vida. Quizá fue una imprudencia, quizá no debería haberlo hecho, quizá me debería haber conformado con tomar el sol en la cafetería, ¡quizá!, pero no lo hice, así que los cuatro sincronizamos nuestros niveles y esquiamos todos juntos, por las mismas pistas, y lo pasamos genial, y mereció la pena, porque estabamos todos juntos haciendo algo que nos gusta a todos y disfrutando como los que más.
Me costó, obviamente no estoy en forma, me costó seguirles, hubo momentos en que tuve que bajar el ritmo, sobre todo cuando se emocionaban y empezaban a hacer el burro olvidándose de mí, pero disfruté, disfruté de ver lo bien que lo hacen mis hijos, disfruté del sol, disfruté del aire, respiré hondo y agradecí el poder estar allí.
Cuando acabábamos la jornada mo podía ni quitarme las botas sin ayuda, mi energía estaba bajo mínimos, pero mi satisfacción llegaba a niveles muy altos. Hace un año mis piernas no hubiesen podido dar un solo paso con esas botas, ahora había dado un gran paso adelante ...
Necesito seguir avanzando. Puedo hacerlo.

lunes, 16 de marzo de 2009

Destino : Nueva York

Foto : Alejandra (centro), Betsabé (2ª izq), Marta (1ª izq)


El viernes Daniela cumplía un año. El viernes celebramos lo fuerte que había sido Daniela durante ese año, lo celebramos como símbolo del triunfo sobre las adversidades.


Hace un par de años Alejandra, Betsabé y yo quedamos a comer en un restaurante mexicano de Las Rozas, estábamos muy cansadas pero muy contentas y no paramos de hacer planes durante toda la comida. Nuestro plan más próximo era irnos una semana a Nueva York las tres juntas, el billete no era problema, el alojamiento no era problema, Antonio, Yves y Pepe cuidarían de los niños, sólo teníamos que ponernos de acuerdo en las fechas, sólo teníamos que hacer coincidir una semana que yo no tuviese guardia con una semana en la que nuestras familias pudiesen prescindir de nosotras y ... ya estaba todo arreglado.

Tras pensar en todo lo que íbamos a hacer, todo lo que íbamos a comprar y todo lo que íbamos a disfrutar nos fuimos abuscar a los niños al colegio y seguimos con nuestras tareas y con nuestro cansancio.

No pudimos ir a Nueva York, la vida se encargó de dejarnos claro que la que tiene que dar el visado a los planes es ella. Alejandra y yo compartimos un año de hospitales y sufrimientos. Y superamos con nota la prueba. Betsabé tendrá un bebé dentro de poco. Ahora pensamos en el viaje y nos entra la risa al recordar nuestros frustrados planes.

Pero por lo menos nos podemos reir, porque todo ha salido bien, porque somos unas madres fuertes, porque tenemos unos hijos preciosos y buenísimos, porque el viernes pudimos celebrarlo y disfrutamos haciéndolo ... porque Daniela fue fuerte y consiguió cumplir un año, porque yo no me morí, porque Carlota va a nacer.
Y dentro de un tiempo, cuando la vida nos conceda el visado a las tres, nos iremos a Nueva York, y nos haremos una foto en el River Cafe con el skyline de fondo, y la colgaremos en facebook.
Los niños nos unieron, pero nosotras nos hicimos amigas.

Dedicado a Ismael, Diego, Lola, Clara, Catalina, Bruno, Daniela y Carlota.

domingo, 15 de marzo de 2009

Llovía, llovía, llovía y el sol no salía ... (Dr. Scheuss)

Llovía, llovía, llovía y el sol no salía ...

Durante el viaje en tren tuve mucho tiempo para pensar, pensaba que estaba viviendo una de esas situaciones que muchas veces me había imaginado, volvía a casa para encontrarme con la realidad. Y no podía dejar de pensar en el cementerio de Polanco, dicen que es bonito pero a mí me pone los pelos de punta porque sé que los míos irán a parar allí, porque parte de mis antepasados están allí, porque quizá algún día a mí me lleven allí, no se ... No es la muerte lo que me asusta de los cementerios, es la tristeza, la tristeza y las flores (cómo algo tan bonito como una flor se puede convertir en algo tan horroroso cuando forma parte de una corona o un ramo funerario - me molesta profundamente la falta de gusto de los humanos - reivindico la belleza de la sencillez).
El tren me llevaba a casa (casa = casa de mis padres), el hermano de mi padre había muerto casi sin avisar, cedió su cuerpo al maldito cáncer, no luchó, y se marchó rápido.
Mi padre que es como yo, fuerte y débil a la vez, estaba triste y asustado, la muerte había llegado a su familia muchos años después de que sus padres murieran, cuando él era un niño, algo que marcó su caracter, que le hizo convertirse en el hombre fuerte y débil a la vez que es. Y yo iba en tren hacia el lluvioso norte para estar allí con él, para decirle que su hermano descansaba, que había tenido una buena vida y una buena muerte, que no había sufrido, que era mejor así, porque el cáncer puede hacer sufrir muchísimo a las personas, que lo que le esperaba en esta vida de ahora en adelante no era demasiado bueno, que así evitaría ver sufrir a su nieta, que nadie está preparado para ver sufrir a sus nietos, que ... quería decir otras cosas, pero los tópicos venían a mi mente de manera instantánea.
Ví llorar a mi padre, nunca antes había visto llorar a mi padre, ví su mirada triste, y sólo pude agarrarle fuerte del brazo y apartarle de la gente cuando le notaba excesivamente incómodo. A mi padre, que es como yo, no le gustan las sonrisas forzadas ni las situaciones forzadas (y de eso hay mucho alrededor de la muerte). Y no supe hacer más, yo estoy acostumbrada a que mis padres me consuelen a mí, no a consolar a mis padres, pero en esta vida hay un momento para todo ... y entonces me hice la fuerte, y besé a todo el mundo, y sonreí a gente que me saludaba y yo no recordaba, y ví caras que que hicieron transportarme en el tiempo, y me agobié, pero aguanté el tirón cuando lo único que quería era salir corriendo ...

Y seguía lloviendo ...

Y llovía tanto durante el entierro que mientras yo compartía un paraguas con mi padre, un chorro de agua que caía del paraguas de mi tío me estaba calando hasta los huesos, pero la lluvia hizo que todo fuese rápido, el cura no se quería mojar, los operarios de la funeraria no se querían mojar, así que agradecí a la lluvia la rapidez con la que transcurrió la ceremonia, y cómo llovía tanto salimos rápido del cementerio y nos evitamos las incomodas miniconversaciones y los pésames de la gente ... y poco a poco la concentración de paraguas se fue disolviendo.
En el norte llueve, y ese día llovía mucho ...

Pasé un par de día más con mis padres, junto a la chimenea, con el gato ... y salió el sol. Y con el sol regresé en tren a Madrid. Con el sol y con la sensación de haber hecho algo bueno. Con el sol y con la sensación de ser un poco más adulta.
Y entonces fue cuando deseé que el tren cambiase su destino hacia el País de Nunca Jamás ...

martes, 3 de marzo de 2009

Tarde de domingo

El domingo fui al cine. Hace algunos años esto no hubiese sido noticia para mí, es más, el ir al cine formaba parte de mi rutina, era algo así como tomar un café, ir a trabajar o poner la lavadora. Pero todo cambia en esta vida y ahora ya no voy al cine con frecuencia, del mismo modo en el que ya no voy a trabajar ni pongo lavadoras. Café sí tomo, y más que antes, la cafeína ya no me quita el sueño, ahora son otras cosas las que a veces me impiden dormir, y un café se ha convertido en un compañero de largos desayunos, agradables sobremesas y prolongadas charlas. Antes un café con un bollo (o dos) era el que me ayudaba a mantenerme despierta en el trabajo por las mañanas, y un café con un gelocatil (o dos) era el que me ayudaba a no caer dormida antes de salir de marcha por las noches. Todo ha cambiado en mi vida, hasta el papel que juega el café en ella.

El domingo ví "El curioso caso de Benjamin Button". Y como soy una nostálgica decidí pasar las casi tres horas que dura la película en una de las incómodas butacas del cine Palafox. Cuántas tardes de domingo y de sábado, y de jueves, y de lunes en el cine Palafox viendo un estreno tras otro !. Fue como una vuelta atrás en el tiempo. Me siguen gustando ese tipo de cines, me gusta acceder al cine desde una acera de la calle no desde un enorme aparcamiento subterraneo pintado de diferentes colores para ayudarte a encontrar tu coche cuando decides volver a tu casa, me gustan los acomodadores a punto de jubilarse, tan profesionales ellos, con su linterna, con ese uniforme que parece que van a hacer la primera comunión, me encanta, me gusta hasta ese olor mezcla de ambientador barato con palomitas y algo más que no se puede considerar del todo agradable, pero es al menos característico, me gustan hasta sus anuncios con estilismo años 90 que no han cambiado porque a la Giralda de la calle Harstenbuch o como se escriba (nunca supe ni escribir ni pronunciar con corrección el nombre de esa calle) sigue yendo la misma gente y en la pescaderia de Fernando VI sigue comprando la misma gente.
El domingo nos recibieron a la entrada del cine los acomodadores que han ido envejeciendo al mismo tiempo que mis hijos han nacido y han pasado de la guarderia al colegio, y por un momento me pareció estar viendo a un tío abuelo lejano que hace mucho que no veía y al que saludé con cariño.

El domingo vi "El curioso caso de Bejamin Button" en una butaca no muy cómoda y delante de una pandilla de cuatro amigas que sumarían entre todas casi 350 años. Y cuando las vimos, Pepe y yo nos miramos con cara de circunstancias porque ya sabíamos lo que nos esperaba en los próximos 150 minutos, una continua descripción de escenas, predicción de acontecimientos obvios con varios segundos de retardo y comentarios diversos acompañados de exclamaciones de sorpresa o indignación. Pensamos en cambiarnos de sitio, pero no lo hicimos. El domingo yo estaba de buen humor y ni las señoras parlanchinas consiguieron fastidiarme la película. No sé, me parecieron hasta graciosas en sus comentarios, y muy, muy tiernas. Desde hace mucho tiempo los ancianos me producen ternura, creo que desde que nacieron mis hijos veo a los ancianos de otra manera, me recuerdan a los niños en tantas cosas ... Y me pareció estupendo que esas señoras hubiesen tenido el humor y la fuerza de arreglarse y salir al cine una tarde de domingo, con su bolso de piel y sus ochenta años cada una. Lo que no hubiese aguantado esa tarde hubiese sido a un grupo de adolescente gritones, maleducados, comiendo todo tipo de cosas con envoltorios ruidosos, dando patadas en el respaldo de la butaca, y ofreciendo malas contestaciones cuando les pides educadamente que no hablen o no se muevan. No soporto la mala educación, y desafortunadamente está muy de moda ahora. Madre mía ! parezco una abuela hablando ... no, no, no ... cuando yo era adolescente sería muchas cosas, pero no maleducada ni irrespetuosa con los demás. De repente me he sentido demasiado madura. La vida cambia, el café no es lo mismo y acabo hablando de lo maleducada que es la juventud en estos tiempos que corren !

El domingo disfruté con una buena película. "El curioso caso de Benjamin Button", me pareció una película maravillosa. Cuándo no hemos pensado alguna vez en nacer ancianos y morir bebés, pues David Fincher lo cuenta con mucho acierto en esta película y Brad Pitt lo interpreta con más acierto todavía. Además, es tan guapo, tan guapo a la vez que tan interesante y tan atractivo. Lo bueno de Brad Pitt es que le da profundidad a su belleza, y lo que podía haberse quedado en un guaperas se ha convertido en un hombre espectacular.
La película es de las que dejan poso. Es de las películas que te gusta comentar cuando sales del cine, y por eso ...

El domingo me tomé un café después del cine. Al salir a la calle estaba un poco mareada, en realidad sigo mareada y con dolor de cabeza (pero ahora no me voy a parar a pensar en por qué estoy mareada, porque mi imaginación vuela demasiado deprisa, y mi médico (es míííííío) me ha dicho que me tome mi analgésico favorito y de momento, ya está ). Bueno, pues nos fuimos a tomar un cafe a ... Starbucks ! Y cuando llegamos, el simpatiquísimo camarero de turno con una súpersonrisa en la cara nos preguntó que qué tal estábamos y si nos encontrábamos bien, y por un momento me dieron ganas de contestarle "pues bien gracias, bueno, bien, bien, no, porque en realidad me encuentro un poco mareada y tal pero bueno, estoy contenta porque acabo de ver una película en el cine que me ha gustado mucho y si ahora me pones un frapuchino mocca y un muffin de arándanos pues genial, ahh y un zumo de naranja y mango que me gusta mucho, pero ese me lo voy a beber en mi casa, así que es para llevar y ... tu que tal ? todo bien?", pero al final simplemente le contesté que bien con una amplia sonrisa y le pedí todo lo que quería.

El domingo por la tarde fue un buen domingo por la tarde.